El reloj debería representar la bella figura de su amada y emitir, cada hora, un quejido semejante al dado por la dama al sentirse ignorada por él.
El artífice, poco diestro, construyó una figura grotesca y, el quejido, parecía un graznido estridente que provocaba risas y burlas.
El artilugio fue enmudecido pero, cada hora, sigue abriendo su enorme boca tal como hace el pájaro papamoscas para cazar. A su izquierda, otro autómata, El Martinillo, da los cuartos tañendo dos campanas desde un pequeño balcón.
Es curioso observar cómo numerosos visitantes miran, con la boca abierta, al Papamoscas esperando que este abra la suya a las horas en punto. Con tanto papamoscas, desde hace cinco siglos las moscas no vuelan en la Catedral de Burgos.
![]() |
El Papamoscas y el Martinillo Catedral de Burgos. |