Avefría

Recuerdo que hace mucho tiempo la llegada de grandes bandos de peguetas a los prados anunciaba, a los críos de mi pueblo, la llegaba de la deseada y divertida nieve. Era como el vuelo de los vilanos primaverales que anuncia el fin del invierno, tan maravillosamente recreado por Federico Fellini en su genial película Amarcor.

Avefría (Pegueta) en la Ría de la Villa.

San Jorge

Cuenta la leyenda que un feroz dragón se había instalado en el manantial de un pueblo. Los vecinos entregaban, en sacrificio, alguno de sus animales para distraer a la fiera y poder recoger el agua. Cuando se quedaron sin animales decidieron, para no morir de sed, entregar al voraz dragón a una persona, escogida por sorteo, cada vez que necesitaran distraerlo para abastecerse de agua. Cuando llegó el turno a la Princesa Cleodolinda, el rey, desconsolado, entregó a su hija e invocó con fuerza a San Jorge para que la salvara de las fauces de la bestia. Apareció San Jorge a lomos de su blanco corcel armado de lanza y espada dando muerte al dragón y liberando, sana y salva, a Cleodolinda. La sangre derramada por la fiera formó un gran charco del que surgió un hermoso rosal con flores rojas. El santo cortó una, se la regaló a la princesa y se marchó. Probablemente, a liberar a otras damas.....

San Jorge y el dragón de Rubens. (Fotocomposición)

La Ría

La ría de Avilés sufrió una profunda e irreversible transformación tras la construcción del canal de entrada, el dique de San Juan y el desecado progresivo de las marismas naturales a finales del siglo XIX, después, la revolución industrial de la década de los 50 y 60 del siglo XX culminó el gran cambio. De aquella pequeña ría y sus marismas, que en la Edad Media tenía un Avilés amurallado y marinero con el castillo de Gauzón dominando su entorno, ya solo queda la playa de San Balandrán, la ensenada de Llodero y el margen derecho de la embocadura. La ría se ha convertido en un canal-puerto industrial. En fin, el “progreso”.

Margen izquierdo de la ría desde San Balandrán.

Torimbia

Restos del Paraíso que, sorprendentemente, han llegado hasta nuestros días. Esperemos que no termine muriendo de éxito.

Playa de Torimbia.

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