Cuenta una vieja leyenda noruega que los marineros que desaparecen en la mar viven eternamente en la isla perdida de Utrost y, para visitar a sus familiares, se convierten en cormoranes, por ello, la llegada de estas aves a los pueblos marineros del norte de Noruega es motivo de júbilo.
Aprovechando sus habilidades como cazador debajo del agua, desde hace milenios, el hombre utiliza cormoranes para pescar en lagos y ríos de varios lugares del mundo colocándoles un collar en la parte baja de su cuello lo suficiente apretado para impedirles que engullan sus capturas y poder extraérselas después abriéndoles la boca. En Japón utilizan la técnica Ukai; en los crepúsculos atraen a los peces a la embarcación encendiendo una antorcha y echan al agua un grupo de cormoranes atados a cazar. Otras técnicas utilizan cormoranes sin atar, domesticados sin capacidad de volar.
Pero, en otros lugares, son considerados competidores indeseables y casi fueron exterminados. Actualmente, pese a la polémica con los pescadores, sus poblaciones se recuperan poco a poco.
El cormorán es un ave acuática muy voraz, un excelente buceador capaz de perseguir y capturar peces de gran tamaño. Sus ojos de depredador tienen una visión que se adapta perfectamente al medio acuático y aéreo. Con sus potentes patas palmeadas se propulsa con rapidez y agilidad bajo el agua favorecido por su especial plumaje poco impermeable que se empapa y reduce su flotabilidad. En superficie nadan semisumergidos y, cuando salen del agua, se sacuden y extienden completamente sus alas para secar rápido.
Este ejemplar adulto de Cormorán Grande,
Phalacrocorax carbo, con sus ojos verde esmeralda y un bello plumaje nupcial cazaba en el puerto de Lastres esta primavera, al final del verano volverá a tener su característico plumaje negro de "cuervo calvo negro como carbón".
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Cormorán Grande, Puerto de Lastres, Colunga Asturias. |